
Orwell temía que un gran hermano, un ojo vigilante controlara toda la información. Un estado policial que nos privara de la verdad. El miedo de Huxley era que la información nos sobrepasara, que la confusión no dejara diferenciar verdades y mentiras.
En el estado controlador de Orwell los libros, el conocimiento y la experiencia serían rígidamente censurados. Las comunicaciones y las fuentes de información serían filtradas previamente. Un poder superior lo controlaría todo y tan sólo nos dejaría vislumbrar aquello que se ajustase a sus parámetros.
Huxley era más benévolo, pero no por ello menos enrevesado. En su mundo feliz no habría necesidad de censurar libros, porque nadie estaría interesado en ellos. Sus mecanismos adormecedores conseguirían que nosotros mismos no quisieramos leerlos.
Para Orwell y su "1984" toda la información que recibieramos estaría censurada. Su futuro de control y censura tan sólo nos ofrecería una parte de la realidad. Como en el mito platónico, el mundo estaría fuera de nuestra caverna y delante sólamente nos pondrían imágenes y visiones distorsionadas.
Huxley afirmó en una ocasión: Una verdad sin interés puede ser eclipsada por una falsedad emocionante, y ese sería su miedo. Un mundo en el que la verdad estuviera ahogada en un océano de irrelevancias. Una tormenta de sensaciones que nos alejaran de la gris información correcta y nos dirigieran hacia lo llamativo, lo colorido...
Orwell temía un mundo vigilado. Su gran hermano atento a todas horas, descubriendo todos nuestros secretos, observando todos nuestros pasos. Como Saurón desde su atalaya de Barad dûr, escrutando todas nuestras acciones y movimientos.
Para Huxley nunca fue necesario el gran ojo. Nosotros mismos proporcionaríamos voluntariamente toda la información que el control superior necesitase... y lo haríamos encantados, inmersos en una sosa cultura de lo público.
Orwell temía un mundo violento, torturado y castigado. Huxley imaginó un mundo anestesiado y dormido. Dos ideas de control y apaciguamiento social que conseguían los mismos objetivos.
En 1984 se controlaba a la gente infligiendo dolor. Suprimiendo sensaciones y emociones. Vigilando y censurando. En un mundo feliz, el control llegaba inyectando una falsa sensación de plenitud, un mundo engordado a base de amenas y reconfortantes sensaciones, un mundo satisfecho.
En el estado controlador de Orwell los libros, el conocimiento y la experiencia serían rígidamente censurados. Las comunicaciones y las fuentes de información serían filtradas previamente. Un poder superior lo controlaría todo y tan sólo nos dejaría vislumbrar aquello que se ajustase a sus parámetros.
Huxley era más benévolo, pero no por ello menos enrevesado. En su mundo feliz no habría necesidad de censurar libros, porque nadie estaría interesado en ellos. Sus mecanismos adormecedores conseguirían que nosotros mismos no quisieramos leerlos.
Para Orwell y su "1984" toda la información que recibieramos estaría censurada. Su futuro de control y censura tan sólo nos ofrecería una parte de la realidad. Como en el mito platónico, el mundo estaría fuera de nuestra caverna y delante sólamente nos pondrían imágenes y visiones distorsionadas.
Huxley afirmó en una ocasión: Una verdad sin interés puede ser eclipsada por una falsedad emocionante, y ese sería su miedo. Un mundo en el que la verdad estuviera ahogada en un océano de irrelevancias. Una tormenta de sensaciones que nos alejaran de la gris información correcta y nos dirigieran hacia lo llamativo, lo colorido...
Orwell temía un mundo vigilado. Su gran hermano atento a todas horas, descubriendo todos nuestros secretos, observando todos nuestros pasos. Como Saurón desde su atalaya de Barad dûr, escrutando todas nuestras acciones y movimientos.
Para Huxley nunca fue necesario el gran ojo. Nosotros mismos proporcionaríamos voluntariamente toda la información que el control superior necesitase... y lo haríamos encantados, inmersos en una sosa cultura de lo público.
Orwell temía un mundo violento, torturado y castigado. Huxley imaginó un mundo anestesiado y dormido. Dos ideas de control y apaciguamiento social que conseguían los mismos objetivos.
En 1984 se controlaba a la gente infligiendo dolor. Suprimiendo sensaciones y emociones. Vigilando y censurando. En un mundo feliz, el control llegaba inyectando una falsa sensación de plenitud, un mundo engordado a base de amenas y reconfortantes sensaciones, un mundo satisfecho.
